A ver si la literatura se confunde.

Imagen de una Ophrys apifera, la orquídea que se mimetitza con las abejas.

Hay animales que, como estrategia de supervivencia, se mimetizan. Algunos lo hacen para esconderse de sus depredadores, otros para acechar a sus presas. Existen también los que se mimetizan para integrarse a su entorno.

El mimetismo es una operación mental que me sale sola. Cuando leí “El idioma materno” de Fabio Morábito quise, durante un tiempo, copiar el formato. Son textos cuya única regla es que tengan alrededor de 2000 caracteres. Al leerlos te da la impresión de que el tipo encontró una simetría perfecta, una medida exacta de la belleza. Recuerdo, incluso, que llegué a soñar con que me lo encontraba y me decía que él tenía “la clave de la literatura”, y que a él, a su vez, se la había transmitido Bioy Casares. La cuestión es que durante meses o años quise copiarlo, pero no logré mimetizarme del todo: nunca lograba encajar el texto en 2000 caracteres. Sin embargo, escribía. La mimetización me servía para escribir.

Algo parecido me sucedió con “Teoría de la gravedad” de Leila Guerriero. En su caso me tuve que tomar el trabajo de copiar los textos al Word y ahí contar los caracteres, que andaban siempre por los 1700. En Morábito fue más sencillo: él mismo cuenta que los textos fueron escritos para la Revista Ñ, que al principio le parecía imposible escribir así de breve y, al final, ya estaba tan acostumbrado que llegó a pensar que nunca más podría (ni querría) escribir nada más largo.

Hace unos días, mi psicóloga me recomendó unas píldoras. No se trata de Clonazepan o algún antidepresivo: Paulina me habló de unas píldoras de Leila Guerriero. Son unas grabaciones muy cortas, una especie de micropodcast de 2 ó 3 minutos en el que Leila lee un ensayo breve donde cruza experiencias personales con referencias literarias y cosas que piensa, y otras que va leyendo en los diarios o en las redes sociales. Había olvidado la recomendación, pero hace media hora me envió las píldoras por Whatsapp y le di play en seguida. Escuché dos y con eso me bastó para sentir a la operación mental mimética abriéndose paso por la selva. Una de las píldoras es sobre la escritura como una coartada para salir de uno mismo. La otra, sobre el hecho de vivir anestesiados. Escuché las dos píldoras mientras caminaba hacia al café de siempre. Venía con la intención de trabajar, pero el proceso mimético se apoderó de mí y necesité sentarme a escribir. Ahora mismo (recién ahora) estoy pensando en que una vez que termine, debería grabarme leyendo este texto y ver cuánto dura. Corroborar si en el mimetismo logré una píldora.

Voy a agregar algo más, e intuyo que esto va a arruinar la simetría temporal, pero me parece importante. En general, creo que al pensar en la mimetización, todos nos imaginamos a esos animales que se camuflan para no ser devorados o bien para devorar a otro animal. Es un proceso creativo y letal tan conocido que lo han copiado con éxito los militares. Pero también hay otros casos que no tienen que ver con matar o morir, sino con crear vida y multiplicarla. Hay un tipo de orquídeas que fueron evolucionando hasta imitar la apariencia y a veces incluso el olor de ciertos insectos. Esto las ayuda a atraer polinizadores de manera específica y les asegura la polinización cruzada sin necesidad de producir néctar.

En este instante, me siento una orquídea: me mimetizo con Leila Guerriero a ver si así, en una de esas, la literatura se confunde y me poliniza.


Ezequiel Mandelbaum
Buenos Aires, 2024

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