¿Hay algo más robot que una persona que no sabe lo que siente?
Hoy estoy con aires imperativos, eso quiere decir que ando con ganas de evitar, por un rato nomás, los condicionales. ¿Qué pasó? Un cambio repentino en el humor hizo que este texto termine en un lugar completamente diferente al planeado, un lugar que, no sé si es el mejor, el más eficiente o el más productivo, pero estoy seguro que es el más humano que tengo. Al menos hasta que una máquina pueda escribir por mi, con un pensamiento cruzado y un vecino remodelando el departamento de arriba con un martillo hidráulico.
Pensaba que, mientras la Inteligencia Artificial desafía los límites de lo que significa ser humano, esta pregunta, la de ¨¿Hay algo más robot que una persona que no sabe lo que siente?¨ me resuena con cierta urgencia. No es un simple juego de palabras, intenta ser más bien una reflexión sobre la Inteligencia Emocional en una fase donde la otra inteligencia, la Artificial, desafía la percepción de humanidad.
Las máquinas aprenden, se adaptan y, en cierto modo, 'sienten' (simulaciones convincentes) mediante algoritmos, tener la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones es una habilidad profundamente humana. Al menos, hasta que se demuestre lo contrario.
Reconocer: La autenticidad emocional.
Reconocer lo que sentimos es afirmar nuestra identidad humana frente a la precisión y la lógica de las máquinas. ¿Qué? Una máquina puede procesar y responder a datos emocionales, pero el acto de reconocer una emoción, con todas sus sutilezas y matices, es humano. Identificar nuestras emociones, nos mete en un viaje de autodescubrimiento que ninguna IA puede replicar. (No estoy hablando de autoayuda, no me refiero a eso, pensá racionalmente lo que significa un proceso de ̈autodescubrimiento. Pensá en la secuencia de ese viaje introspectivo). Es en la paleta emocional, desde la alegría hasta el dolor, donde vamos a encontrar las huellas de nuestras experiencias y decisiones. Un mapa único, como si fuese nuestro genoma emocional. Este reconocimiento no es fácil; las emociones son rebuscadas, pero es justamente en esa complejidad donde existe nuestra singularidad.
Entender: Más allá del reconocimiento.
Una vez que reconocemos nuestras emociones, el siguiente desafío es entenderlas. ¿Por qué sentimos lo que sentimos? ¿Qué nos dicen nuestras emociones sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea? Esta introspección es un arte perdido en la era de la inmediatez y la eficiencia tecnológica. La IA puede optimizar nuestras decisiones, pero no puede interpretar el profundo significado emocional que existe en nuestras reacciones y sentimientos. Entender nuestras emociones, es construir la narrativa de nuestras vidas, dándoles contexto y significado. Algo que es, simplemente, fundamental.
Gestionar: El mar de las emociones.
Gestionar la emociones es lo que nos deja vivir con éxito en este mundo de cambios constantes. No se trata de reprimir o ignorar lo que sentimos, sino de aprender a responder de manera que nos beneficie, sacar provecho de eso. Acá es donde la inteligencia emocional se convierte, para mí, en una herramienta poderosísima. Porque nos ayuda a equilibrar nuestra respuesta instintiva con la reflexión y el juicio. Mientras la IA hace su trabajo y redefine continuamente el mundo, nosotros tenemos que ser capaces de gestionar nuestras emociones y mantener nuestra esencia humana intacta.
Ojo, la gestión emocional no solo afecta cómo nos sentimos, sino también cómo actuamos y reaccionamos en todo tipo de situaciones. Es un equilibrio entre entender y actuar, un equilibrio que una IA no puede imitar plenamente. Tenemos que aprender la libertad de gestionar nuestras emociones y elegir cómo expresarlas, y dejar que influyan en nuestras decisiones y relaciones bajo nuestra tutela. Esta capacidad de moderación y dirección es lo que nos va a permitir crecer como individuos.
¿Estás seguro? No, para nada. A seguro se lo llevaron preso. Pero puede ser. Habría que pensarlo un poco más.
Nicolás Ferrario
Talk2U & National Geographic Explorer